#ElPerúQueQueremos

El Guapo

Publicado: 2010-12-10

Esta semana un par de nada importantes hechos han pasado en mi nada importante vida. Y han sido eventos tan banales, nimios e insignificantes que merecen ser contados y analizados en este subvaluado blog.

Primero, una amiga que no veía hace ya varios pares de años, debido a ingratitudes mías, me dijo, luego de un exhaustivo y detalloso análisis facial y corporal, que estaba guapo. No es broma, me lo dijo con una frescura y firme decisión, no noté en ella ni la más mínima intención de diplomacia gilerística. "Te veo bien Dani, estas guapo", me dijo mi querida amiga.

Segundo, debido a que a este proactivo escribidor le han dado la ardua y titánica tarea de organizar el mega reencuentro de mi promoción del colegio, (y digo titánica porque juntar, después de 11 años, a los 50 acojudados y provincianos chibolos que egresamos del otrora Colegio Punta Arenas de Talara, será más difícil que yo consiga enamorada formal que no se vaya con otro y/o que no me termine por msn, teléfono o facebook), le pedí a un amigo videos y fotos antiguas de nosotros. En esos históricos archivos pude observar y darme cuenta, casi llorando de la emoción, que, al menos hasta los 17 años, yo era guapo.

Las conclusiones de estos intranscendentes hechos fueron que mi amiga necesita ir urgentemente al oculista, porque sino dentro de otros pares de años me confundirá con uno de los Jonas Brothers (siendo yo, actualmente, más parecido al más feo de los Yaipen Brothers).

La otra conclusión que he sacado después de un minucioso análisis es que, efectivamente, a los 17 años era guapo y agradable a simple vista. Mi fealdad aún estaba escondida en el fondo de mi ser, entre mis cachetes y papadas, ésta aún no brotaba, o en todo caso aún estaba empollándose, aún, aún.

Entonces, la nostálgica y triste interrogante que se cae de madura es: ¿en que momento me jodí?

La respuesta no es muy difícil de responder. Es importante testificar y reconocer que este humilde blogger no fue planeado. Esta comprobado por las confesiones de mi mamá que fui un error consecuente de las calenturas y rozes de mis jovenzuelos padres, mis viejos no se esforzaron mucho para que les salga un hijo guapetón, como sí salieron mis hermanas. Tan guapas que no poca personas apuestan que fui adoptado.

Además, a los 17 años, llegé tarde a la repartición de centímetros adicionales que nos regala la adolescencia. Debido a esa inexactitud cronológica, desde que tengo 17 años no he crecido absolutamente nada. Verticalmente nada, horizontalmente sí, y bastante.

Y por lo tanto, según los cánones y las teorías físicas que las mujeres imponen autoritariamente, ser chato (y encima gordo) es automáticamente lo mismo que no ser guapo. No importa que tan carilindo, flaco, platudo, musculoso, perfecto, pingón o metrosexual sea uno, el hecho de ser chato, ya te convierte, para el común denominador de las féminas, en un ser no guapo, ósea un feo. Mi amigaza Titi, la chatosfóbica más maleada que conozco, no me dejará mentir.

Pero como la conchudez es una de mis principales características (y que si no fuera por ella, sería algo así como el Paco Yunque de Vallejo o un Cirilo de Carrusel), me llega al huevo izquierdo no tener ni un apéndice de guapo. De repente, si vuelvo a ser guapo, perdería mi atracción (esa que creo aún me queda).


Escrito por

elchatodaniel

Cholo, chato, feo, gordo


Publicado en

Desekilibrios Razonables

... o cuando las pasiones viajan de prisa