#ElPerúQueQueremos

La Pacha

Publicado: 2010-10-22

Domingo. Luego de dormir cual oso perezoso toda la tarde debido a las decenas de latas de cerveza que evaporé irresponsablemente el día anterior, salgo a buscar por las calles sanborjinas, una peruanísima cebichería (¿se escribe con Be grande o Ve chica?, ¿con eSe o con Ce?) disponible que me ofrezca, a las siete de la noche, un suculento y resucitable chupe de mariscos que me devuelva al planeta tierra. Mi búsqueda, felizmente, es infructífera, así que renegando pero aliviado de salvarme de una segura indigestión cacal, me estaciono frente a uno de los centenares e impronunciables chifas que pululan en la sanborjina avenida Aviación. Sentéme, por el frío, en la mesa más lejana a la puerta. 

Estoy solo. Mientras espero mi sopa wantán (igualito que yo, wantán) y mi tijaukay, empiezo a recordar tus palabras. Las leo en mi mente, sonrío cada vez que recuerdo los me gustas y los melosos te quieros que me susurrabas al oído mientras bailábamos engomados el día anterior, cuando te conocí. Los recuerdo sinceros. Me sonrojo gansamente cada vez que rememoro las cariñosas y no tan inocentes miradas que te lanzaba el día anterior. No puedo creer que en tan poco tiempo hayas llenado mi corazón de tanta esperanza, esa que me hacía falta, e ilusión. Melancólico y meditabundo, exhalo un profundo suspiro, y zambullo mi cuchara en la humeante sopa oriental, antes que se enfríe.

Pago la cuenta, y en vez de regresar a casa a continuar con mi rumiante y sedentaria rutina dominical, decido dar un paseo por los oscuros parques de mi barrio, pero caminando, como quien espera que los wantanes se acomoden en mi intestino grueso.

Traviesos adolescentes, aguantados señores, desubicados parroquianos y provincianas empleadas, con la excusa de sacar a pasear a las mascotas, tienen su encuentro prohibido con el novio limeño o con el pendenciero y dormilón guardián de la cuadra. El parque siempre es el lugar perfecto para el preámbulo de un encuentro amoroso. Las parejas se ríen, otras pelean, otras se besan y otras se tocan camufladamente. No es difícil adivinar donde acabarán amándose o perdonándose aquellos afortunados amantes.

Ver toda esa manada en celo de cariñosas y coloridas parejas disparándose besos y caricias por doquier sin importar lo no pocos espectadores, no puede evitar darme un poco de envidia sana (salvando las distancias, claro está). Me detengo en una de las esquinas del oscuro parque sanborjino, enciendo un cigarrillo, y me siento en el borde de la acera. Mientras fumo, y juego a las canicas con unas deformes piedritas, pienso, otra vez, en ti. Pienso y recuerdo esa noche, la de ayer, que pasamos juntos, queriéndonos y amándonos en un mundo en que sólo existíamos tu y yo. Un mundo mágico, perfecto, eterno, infinito. Me pregunto porque mierda se tuvo que acabar la noche, porque mierda tuvo que aparecerse el sol, indiscreto, entrometido y fisgón, sin que lo llamemos. No lo entiendo, las noches deberían ser eternas. Miro de reojo a las parejas, ¿me volverás a amar así?, las envidio, las maldigo. Un carro, que dobla la calle sin bajar la velocidad y que casi atropella mis pies, me obliga a pararme de la acera. También lo maldigo.

Me dan ganas de irte a ver, pero es domingo, y decido no molestarte, seguro debes estar cansada de la atareada noche que tuvimos el día anterior, porque me perdonarás la infidencia, pero no podrás negar que ayer te dejé exhausta y rendida. Así que conduzco mi Toyota hacia alguna deshabitada avenida. Es domingo y Lima, la horrible, esta abandonada. Sólo quiero correr, sentir que estoy volando, la adrenalina es un eficiente e infalible remedio ante el recuerdo melancólico. Para hacer más dramática la escena, pongo la canción que te dediqué ayer mientras nos amábamos, esa de mi tocayo, y me escucho cantándotela. No puedo dejar de pensar en ti, te has clavado en mi cerebro, y conchuda tú, no quieres salir.

Llego a mi casa casi 4 horas después, ya es casi medianoche. La casa esta vacía, mis viejos de viaje y mis hermanas sabe Dios dónde. Sólo Calí, mi orejona chihuahua, me recibe con sus inmensos ojos, y su cola movediza. Juego un ratito con ella, me encanta jugar con ella, a veces pienso que es la unica que me quiere incondicionalmente.

Me quito la ropa y me arropo en la cama de mi madre. Prendo la tele, hago zapping, una película erótica aterriza frente a mis ojos, no puedo evitar pensar en ti, y se me para. Apago la tele, cierro los ojos, y pienso en ti.

Hoy es domingo, hoy tu recuerdo vive en mí. Hoy es domingo, hoy tu ausencia me acompaña. Hoy es domingo, ayer te conocí. Hoy es domingo, hoy nuestra aventura hubiera cumplido un día... pero me diste un número de celular equivocado, maldita pacha, pacharaca conchatumare.


Escrito por

elchatodaniel

Cholo, chato, feo, gordo


Publicado en

Desekilibrios Razonables

... o cuando las pasiones viajan de prisa