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Mi regalo de Navidad

Publicado: 2010-08-14

Nací con el brazo derecho muerto, sin sensibilidad ni movimientos. Hoy, 28 años después, mi brazo esta vivo y rehabilitado. No fue magia ni un milagro. Fueron los doctores y terapistas de la Clínica San Juan de Dios. Este post, que escribí días previos a la Navidad del 2008, va dedicado a esa clínica que me enseñó a ver el  mundo de una manera diferente.

Es domingo. Una llamada de mi viejo despiertáme de un sueño sexual y apacible. Lo maldigo en silencio. Ya es más de mediodía y mi viejo no es consciente ni respetuoso con la brutal amanecida del que he sido partícipe debido a una maratón de pelas que triste y despanzurradamente tirado en mi sofá rojo he visto durante toda la noche, acompañado sólo de un par de latas de cerveza, una pizza familiar, y no pokas bolsas de canchitas mantecosas, y extrañando a D, la chica que quiero mucho, pero que me odia con todas sus fuerzas.

Sin embargo, la llamada de mi papá no era para su habitual saludo dominguero. "Daniel, ¿ya donaste?, me preguntó mi papá. Mi estado casi sonambulista me impidió responderle. "¿Ya donaste?", me volvió a preguntar. No supe qué responder porque no sabía de qué diablos me hablaba. ¿Donar qué?, ¿qué carajos tengo k donar?, pensaba, mientras empezaba a despertarme. "Daniel, ya cambiate y anda a ayudar oye, hoy es la Teletón", me dijo mi viejo, con un tono autoritario.

Tengo que donar, pensaba mientras me cambiaba (es domingo, y los domingos no me baño). Pero al revisar mi billetera, veo que esta llena de todo, menos de plata. Vouchers, tarjetas vacías y unos carnets vencidos descansan silenciosas en mi vieja billetera negra. Unos cuantos centavos amarillentos delataban mi miseria. Mierdeo, putamadreo, y me arrepiento de haber comprado carísimos regalos navideños para mi familia, y pienso que ese dinero hubiera tenido un mejor destino en la Teletón. Así que agarro mi celular (que irresponsablemente aún mantengo en postpago sin control), y mando varios mensajes a un número que me asegura donar 5 lucas por mensaje. Me siento mejor, menos culpable, pero creo k es insuficiente.

Muchos no lo saben, otros ni se lo imaginan, pero éste fiel servidor fue fiel paciente del Hogar Clínica San Juan de Dios por quince años de su vida, los primeros quince (pudieron ser más, pero la clínica sólo acepta a niños hasta los 15 años). Una parálisis braquial de nacimiento me dió la oportunidad de conocer este mundo de caridad, humildad y esperanza. Desde el primer mes de nacido fui llevado a la clínica con el objetivo de rehabilitar mi brazo inerte. Ejercicios, terapias, natación, electricidad, y un etcétera de dolorosos pero eficaces tratamientos hicieron que mi brazo pudiera recuperar parte del movimiento y la sensibilidad perdida. (Anécdota aparte es que fui elegido como el niño Jesús en el clásico nacimiento viviente que hace, o hacía, la clínica San Juan de Dios todas las navidades, las fotos amarillentas no me dejarán mentir).

Sin embargo, a pesar que mi problema físico era relativamente serio, era nada comparado con el problema de los demás niños, mi parálisis braquial era un chiste para muchos niños, y esa experiencia me creó conciencia de lo afortunado que soy, y lo afortunados que son aquellos que nacieron "sanos y perfectos". 

Si ahora puedo teclear una computadora, si ahora puedo manejar un carro mecánico, si ahora puedo amarrarme los zapatos, si ahoras puedo abrocharme y desabrocharme la camisa, si ahora puedo jugar nintendo o play station, si ahora puedo agarrar un vaso de chela, si ahora puedo apachurrar a una chica, y si ahora nadie se da cuenta de mi problema es gracias al Hogar Clínica San Juan de Dios. Y si la Clínica pudo rehabilitarme es porque hubieron los recursos para hacerlo, y si hubieron recursos es porque hubieron Teletones, y si hubieron Teletones es porque fueron exitosas, y si fueron existosas fue porque hubo gente que donó parte de su dinero para estos niños, que alguna vez fui yo.

Quince años después, tuve k dejar la clínica y pasé a la otra vereda. Ahora me tocaba devolver esa gratitud y esa mejor calidad de vida que me dió la clínica. Por ello decidimos, mis papás y yo, donar todos los años una cantidad importante de dinero para que esos niños nunca pierdan la esperanza y tengan lo que yo tuve por quince años. Parte de mi propina solía ser para ellos.

Le pregunto a mi mamá que me piensa regalar en navidad. "Nosé, no querías ese nintento que me dijiste?", me pregunta, mientras prepara la comida. "Este, sí, pero mejor dame la plata", le dije, con una mirada que lo decía todo. Ahora escribo este post mirando mi regalo de navidad: el voucher del Banco de la Nación, e imaginando la sonrisa de miles de niños.


Escrito por

elchatodaniel

Cholo, chato, feo, gordo


Publicado en

Desekilibrios Razonables

... o cuando las pasiones viajan de prisa