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El Poto

Publicado: 2010-07-21

En estas épocas de Larissas, Doritas, Tulas, Jeris, y demáces féminas de traseros ensanchados y tetas falsificadas, este humilde escribidor, onanista él, quiso, tambien, ponerse a la moda en esta coyuntura puteril. Así que dejo este post que escribí en mi época de desempleado, y que rememora unos de mejores potos k este servidor hubo probado.

Caminaba muy temprano por las bulliciosas y agitadas calles sanisidrinas, dirigiéndome a mi nonagésima trigésima octogésima pentagésima cuadrágesima novena entrevista de trabajo.

Mi condición de desempleado, el sueño, el calor, mi formal vestimenta y el aluvión de carros y combis que emanaban cantidades industriales de humos y ruidos, me empezaron a poner de mal humor. Para apaciguar las aguas, decidí escapar un poko de la bulla mañanera y me metí a una misia juguería a refrescar la garganta. Me senté en una mesa contigua a la entrada, me pedí un juguito de naranja y miré, con insana envidia, a las gentes llegar a sus trabajos.

Mientras me tomaba el primer sorbo, mis ojos, a través de la mampara de la juguería, divisaron un especimen raro, algo redondo y sobrenatural, un ser en peligro de extinción, una cosa de locos. Mis dichosos y bienaventurados ojos, con ayuda de mis lentes, habían divisado, a la distancia, un poto. No, no era una chika con poto. Era un poto con cuerpo. Era el potazo.

Era inevitable mirar aquel raro trasero. Sino pregúntenles a ese racimo de varones, y también mujeres, aguantados k casi son arrollados por choferes también aguantados, por andar mirando aquel poto. No, no era poto de vedette, era un poto perfecto.

Decidido a encontrar un mejor plano del poto, me sequé, cual cerveza helada, el jugo de naranja, pagué la cuenta sin esperar el vuelto, me puse el saco, me arreglé los lentes, y levantéme raudamente para no perder de vista al encantado poto. Cruzé la pista sin mirar los carros, y me ubiqué en un lugar privilegiado: exactamente atrás del poto. Ver contornearse de izquierda a derecha, derecha a izquierda aquellas nalgas saltimbanquis hacían envidiar con lujuria a su chiko de turno. Yo quiero uno así, pensaba mi yo cachondo.

De repente, el poto se detiene en un kiosko de una esquina, haciendo que este humilde servidor siga su camino y la sobrepase. Yo, maldiciendo al kiosko, me detengo en la siguiente esquina para que el poto siga su camino y yo retome la excelente vista que estaba teniendo. Prendo un cigarrillo, y espero impacientemente.

Al acercarse el poto , veo que la chica dueña del poto fija su mirada hacia donde este servidor estaba parado, debido a sus lentes de sol, yo no logro descifrar si la chica me esta mirando o no. Yo sólo le doy una pitada a mi cigarro y me hago el huevón. Segundos después, la chica se detiene justo donde estoy yo. Ahora me tira una cachetada por faltoso, pensé yo, mientras le daba otra pitada al cigarro.

Sin embargo algo extraordinario pasó. ¿Dani?.  Al escuchar mi nombre, me atoró escandalosamente con el humo del cigarro. Después de cinco eternos segundos, la reconocí. Akella chica del poto bonito, de trasero redondo, de derrier firme; esa chica que estaba causando sensación en las calles sanisidrinas; esa chica de las nalgas movedizas, era nada más ni nada menos k mi ex. Sin saber qué hacer y con cara de pavo, me da un abrazo delante de los sapos arriolones. Nunka en mi vida me había sentido tan envidiado.

Al despedirnos, y ya caminando solo, varias preguntas rondaban mi cabeza: ¿Ese poto era el k tokaba y tanteaba y nalgeaba y azotaba en nuestros momentos de pasión y calentura?, ¿Porqué duramos sólo un mes?.¿Porqué la dejé ir?  Sea lo que sea, ver a M y a su poto me puso contento, no porque quisiera volver con ella, sino porque se siente de putamare ver que tu ex enamorada está riquísima y más buena que el pan con mantekilla, y saber que tú, hace rato, ya comiste de ese pan.

PD.- Es importante mencionar que ni el poto me dió suerte, porque nunca me volvieron a llamar de mi nonagésima trigésima octogésima pentagésima cuadrágesima novena entrevista de trabajo.


Escrito por

elchatodaniel

Cholo, chato, feo, gordo


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Desekilibrios Razonables

... o cuando las pasiones viajan de prisa